¡El color y el arte!
Vivimos en un mundo donde todo está definido por la intensidad de los tonos y la nitidez de cómo ellos son capaces de producir sensaciones únicas a nuestra vista. La expresión: el mundo entra por los ojos, no estaría completa si el universo en el que vivimos no contara con una gama diversa de intensidades. Una fruta como una manzana no sería tan apetecible sin la belleza de su brillo, su textura reluciente y el sabor que inspira a los ojos su solo equilibrio de tonalidades rojas y verdes.
Sobre la teoría el color se ha reflexionado muchísimo de cara a lo que es la historia del arte. Se trata de uno de los aspectos más esenciales que definen a toda obra que plasma un artista y sin la cual ésta pierde plasticidad y magia. Hasta los niños, en su actividad temprana frente a las expresiones artísticas, no existe nada más delicioso para ellos que la experiencia misma de los tonos y el valor que estos representan en su pensamiento, en sus sentimientos y en su aprendizaje a la hora de percibir el mundo: la realidad.
El pintor francés Henri Matisse sostenía que frente a su trabajo como creador: “mi elección de colores no se basa en una teoría científica, sino que se basa en la observación, en la sensibilidad, en la experiencia sentida”.
Esto es un claro ejemplo de por qué la obra de arte va más allá de una creación matemática, sobrepasa la lógica y permite elaborar un objeto único, un pilar donde se pueden ver nítidamente los sentimientos de su autor. Esta verdad resulta tan severa que es por lo mismo que se habla de psicología del color: el rojo puede evocar el peligro, el azul la tranquilidad de un cielo despejado o el gris la melancolía de una tarde cargada de nubes. La gama de sentimientos asociados sigue extendiéndose, dándonos a entender que el verde evoca a la vida misma de la naturaleza y el amarillo el calor del sol.
Una obra de arte como La noche estrellada de Vicent van Gogh, no sería tan fantástica si no contará con el brillo amarillo de sus estrellas, el calor del humo de las chimeneas de las casas y la sensación de unos vientos nocturnos que se arremolinan como sombras.
Lo mismo ocurre para todas las diversas áreas del arte, donde es precisamente la magia del color la que nos permite llegar a sensaciones sublimes y percibir el encanto que disfrutaba el artista en el momento exacto en que forjaba su creación.
No por nada el pintor abstracto Wassily Kandinski, argumentaba que “el color es en general un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El ojo es el martillo templador. El alma es un piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana”.
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Impressione III (concerto) Kandinski
El arte es en esencia sensible. Es una de las expresiones humanas, donde el espectador puede ser presa de un sentimiento que puede ir desde la tristeza a la alegría, pasando por la soledad y la muerte, hasta la desesperación y la libertad.
Pero lograr que estas emociones sean percibidas por el espectador depende de la intención misma con la que trabaja el artista.
Existe una teoría y una psicología del color tal como lo diagnosticábamos anteriormente, pero es el uso que se le da los mismos los que hace que toda obra sea única. Y esto es un hecho que todo artista logra descubrir en su oficio, a medida que se sumerge en la técnica y en la forma, de modo que el arte pasa a convertirse en una filosofía de vida, en un sentimiento que se va plasmando a través de las luces y las sombras de la ficción que elabora su mente de creador.
Paul Cezanne, afirmaba que: “existe una lógica de los colores a la cual el pintor debería adaptarse, que no es la lógica del cerebro”.
Es la lógica del corazón la que triunfa en el arte, donde el color se presenta igual que un sueño a medianoche, donde exploramos y nos internamos en una fauna donde entra en juego nuestra imaginación y nuestra percepción de la realidad. Así, las tonalidades son la excusa perfecta para moldear un mundo sensible, capaz de despertar sentimientos sobre los misterios de la vida y la belleza de la realidad.